¿Para qué sirve un irrigador dental y cómo se usa?
Muchas personas piensan que, para limpiarse los dientes y la boca en general, basta con un solo elemento: el cepillo. Pero lo cierto es que hay muchos otros que son imprescindibles si quieres que la limpieza sea perfecta. Claros ejemplos son los del hilo dental y el rascador lingual, aunque aquí no termina la lista. Uno de los más importantes es el irrigador dental.
Se trata de un dispositivo que propulsa un chorro que puede ser de agua o de algún tipo de producto diluido en ella, como el colutorio. Gracias a la gran presión con la que sale ese chorro, el irrigador dental sirve para algo de gran trascendencia para tu salud bucodental.
Función del irrigador dental
La función principal de este aparato es la de acabar no solo con los restos que van acumulándose al comer, sino que también lo hace con la placa bacteriana. Si bien es cierto que son acciones que pueden conseguirse con otros productos, el irrigador dental permite lograrlo en absolutamente todas las partes de la boca.
Incluso las zonas más difíciles de tratar con el cepillo de dientes, el hilo dental o cualquier otro elemento acaban siendo abarcadas por el chorro de agua. Así pues, te despedirás por completo de las bacterias que tan negativamente afectan a los dientes, las encías y toda la boca en general.
Aunque el irrigador dental sirve para llevar a cabo una función muy similar a la del cepillo de dientes -indistintamente de si es manual o eléctrico-, es un complemento para la limpieza bucodental. Es decir, no debe sustituirlo, ya que en caso de hacerlo no estarías realizando un proceso higiénico completo.
Cómo se usa el irrigador dental
Tal como hemos dicho, antes de hacer uso del irrigador dental has de cepillarte los dientes con normalidad y posteriormente utilizar el hilo dental. Es inevitable que algunos restos alimenticios, así como un cierto porcentaje de placa bacteriana, permanezcan en la boca por mucho que te cepilles, ya que habrá algunas zonas que no podrás alcanzar. Será entonces cuando utilices el irrigador dental, lo cual no es complicado.
En primer lugar debes asegurarte de que el compartimento que almacena el agua contiene la cantidad suficiente. En este sentido recuerda que puedes utilizarla con algún elemento diluido en ella, siendo altamente recomendable un colutorio, aunque el porcentaje respecto al agua debe ser pequeño. Si tienes los dientes sensibles, una buena idea consiste en llenar el depósito con agua tibia para que no se produzca ninguna molestia en los dientes ni las encías.
A continuación selecciona la boquilla que mejor se adaptará a las necesidades que tienes. Sea cual sea, introdúcela en el mango. Algunas de ellas sirven para la limpieza diaria, mientras que otras están destinadas a unas partes de la boca en concreto como la lengua. De hecho, incluso existen algunas pensadas para limpiar una férula dental o cualquier tipo de ortodoncia. En cualquier caso, una especie de clic te hará saber que el conjunto está bien acoplado y podrá funcionar con normalidad.
Ahora llega el momento de ajustar la presión con la que funcionará el irrigador. Ten en cuenta que hay algunos modelos que son bastante potentes, así que si optas por el nivel más alto tal vez podría resultar bastante doloroso, sobre todo si tienes los dientes sensibles. De hecho, si no ajustas bien la presión que ejerce el chorro de agua, el esmalte acabará dañándose con el paso del tiempo. Así pues, destina el tiempo que sea necesario a hacer esta acción previa.
Para acertar de lleno lo más recomendable es empezar con el nivel mínimo de presión. Después debes ir aumentándolo hasta que des con la intensidad ideal que, a pesar de no provocarte molestia alguna, consigue acabar con los restos alimenticios y la placa bacteriana de manera eficaz.
Seguidamente pulsa el botón que da comienzo al chorro uniforme. Ten en cuenta que incluso seleccionando un bajo nivel de presión, saldrá con una intensidad considerable. Es por ello que has de estar apuntando ya a la zona a tratar antes de encender el irrigador dental.
El chorro no solo ha de ir a parar entre las diversas piezas dentales, sino también en la línea que define el inicio de las encías. Para que toda la zona de los dientes sea debidamente tratada, empieza con la boca abierta e introduce la boquilla del irrigador. Posteriormente repite el proceso manteniéndola cerrada.
Incluso cuando la boca está cerrada es importante que los labios permanezcan entreabiertos. En caso contrario el agua no tendría facilidad para salir del interior, por lo que salpicarías mucho.
La postura ideal para utilizar el irrigador dental es la de inclinarse con tal de que la cabeza quede alineada con el lavamanos. Y es que de dentro de la boca saldrá una gran cantidad de agua que convendrá que caiga directamente en esa parte del cuarto de baño.